Cuando hace unos años empecé a estudiar el comportamiento de las personas
tenía la más firme convicción de que lo físico, lo mental y lo
espiritual convivian en niveles similares para poder mantener en
equilibrio nuestra vida. Después de unos años de estudios y sobretodo de
trabajar con y para personas he llegado a la conclusión de que la
potencia del ser radica en la potencia de nuestra mente. Es nuestra
mente la que desde su “dominante soberbia” nos ofrece la fuerza para lo
físico, la gestión de las emociones y la predisposición para lo
espiritual. Por lo que respeta a lo físico, nuestro cuerpo tiene una
serie de características determinadas por la herencia del gen, pero
nuestro cerebro es capaz de disponer una mayor capacidad a dar y encajar
en función de su grado de entrenamiento. El cerebro se deja seducir por
cómo nosotros afrontamos los obstáculos físicos del medio. Frente a 100
escalones podemos fruncir el ceño y soplar de agobio o sonreir frente a
la posibilidad de mejorar mi condición física. Lo primero me lleva
rápidamente al cansancio y al abandono, lo segundo nos impulsa hacia el
éxito y la demanda de más actividad. Por lo que respecta a lo emocional,
las neurociencias nos han ayudado a saber perfilar un itinerario
actitudinal frente a la vida, dirigido por la amígdala, que nos abre las
puertas al bienestar con nosotros mismos, con nuestras sensaciones, con
nuestras entrañas. Dotar al cerebro de buena energía nos provoca un
flujo de buen rollo que nos hace sentirnos mejor, incluso poderosos y
privilegiados. Por último la carta de lo espiritual. Cuando la razón y
la emoción se destensa nuestro cerebro todavía nos tiene a buen cobijo
una solución: la intermediación de lo desconocido. La mente antes de
abandonarnos en un vacio físico y emocional nos lanza una última cuerda
donde amarrarnos, la fuerza del misterio, que por el hecho de no
conocerse nos ofrece un atisvo de esperanza para nuestra deshazón y nos
recoge en nuestro interior para intentar sonsacar lo mejor de nosotros.
Nuestra espiritualidad regula ahora nuestra frustración. El cerebro,
nuestra mente no debe dejar nunca de estimularse, de entrenarse, de
trabajarse, de obligarse a estar alerta, es así como mi transcurrir por
la vida se hace con buena salud, con paz interior y felicidad.Fuente: Sport Coaching
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